De por qué nunca dejaré de ser alumna

Aunque con variantes en los qué y en los cómo, todo el tiempo soy alumna.

Lo que sí cambió en los últimos años es que ahora me gusta alternar los tipos de cursos que tomo. A veces sigo eligiendo cursos muy específicos y completamente diseñados al servicio de la enseñanza-aprendizaje de lenguas y otras, en cambio, elijo unos sobre temáticas un poco diferentes: en especial relacionados con el arte o los usos de determinados software.

A pesar de mi clara vocación de profe de lenguas, en estos últimos cursos disfruto tanto como en los primeros y aunque no lo parezca, ¡ellos me resultan de tanta utilidad en mi profesión como los primeros! 

A menudo ese gusto y en especial ese provecho vienen del propio contenido del curso, pero en ocasiones, como será el caso que aquí quiero presentar, vienen de aprendizajes "paralelos", por ejemplo, de un estímulo inesperado que me permite dar nueva significación a alguna de las facetas de la actividad de enseñanza.



Por estos días estoy presta a comenzar Habitando el sonido. Un seminario cuya profesora a cargo es Sol Rezza y según lo leído hasta el momento, allí será cuestión de sensaciones, experiencias personales, arte en general más el plus que da que todo ello tenga el arte sonoro como hilo conductor (*).

Les aseguro que el programa no puede ser más prometedor y los primeros apuntes anticipan el cumplimiento de todos los augurios... 
Es decir que "el gusto" estará asegurado y sobre "la utilidad" de este seminario para mi vida profesional les cuento que ¡ya tengo pruebas! ¡Vean si no!

Junto a los documentos que se espera que los participantes leamos previo al inicio, la profesora nos entregó un "Contrato". En un primer momento, la idea del contrato didáctico no me llamó la atención (al menos en las clases de lenguas, es una práctica que se realiza con frecuencia) pero rápidamente quedé atrapada por uno de sus párrafos.

En ese texto, la profe nos describe y justifica algunas de sus decisiones didácticas, nos "detalla" de manera discreta cuáles serán nuestras obligaciones y casi al final suma, como dije arriba, un muy logrado párrafo en el que nos explica la importancia de realizar las actividades propuestas (el para qué); transcribo en desorden algo de lo que allí se lee:

(...) los ejercicios sirven para probar los conceptos emitidos por quien se tiene enfrente (...) y poder experimentar cómo se aplican los nuevos criterios a nuestras propias circunstancias.
Sirven también para profundizar conceptos y temas, para abrir ventanas a nuevas experiencias pero sirven sobre todo para dar paso a la duda sobre lo que se nos está diciendo (...)

¡Una verdadera filosofía! que yo que resumo de la siguiente manera: 
Aprender es hacer su propia experiencia y lo mejor aun: enseñar es enseñar a dudar. 

Total que, motivada por esta lectura, por estos días estoy mirando más que nunca al trasluz las actividades que propongo hacer a mis alumnos. ¿Generan real experiencia? ¿Abren ventanas? ¿Hacen "tambalear" mis propios dichos? ¿De qué manera puedo transmitirles la convicción, la necesidad o la conveniencia de hacerlos? 

En fin, más allá de cómo siga el curso, ya por este solo párrafo podré contar que lo he disfrutado y aprovechado sobremanera.

Y es por eso que digo que nunca dejaré de ser alumna.

(*) Para saber más sobre este seminario, leer aquí.

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