Campaña de salvataje. Salvar palabras sencillas que a él le seguían hablando

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Campaña de salvataje. "Salvemos 20 palabras del olvido"
#LiceoFranco-ArgentinoJeanMermoz



Sección:
Párrafos que motivaron la realización de este proyecto


En el capítulo LX conocemos al señor Cinoc. Primero no nos resulta muy simpático pero luego... 
CAPÍTULO LX
Cinoc, 1
(…)
Cinoc, que tenía a la sazón unos cincuenta años, ejercía una profesión curiosa: como decía él mismo, era «matapalabras»: trabajaba en la actualización de los diccionarios Larousse. Pero, mientras otros redactores se dedicaban a la búsqueda de voces y significaciones nuevas, él, para dejarles sitio, debía eliminar todas las palabras y acepciones que habían caído en desuso.

Cuando se jubiló, en mil novecientos sesenta y cinco, después de cincuenta y tres años de una labor escrupulosa, había hecho desaparecer cientos y miles de herramientas, técnicas, costumbres, creencias, dichos, manjares, juegos, apodos, pesos y medidas; había borrado del mapa decenas de islas, centenares de poblaciones y ríos, millares de cabeceras de partido; había relegado a su anonimato taxonómico centenares de tipos de vacas, especies de pájaros, insectos y serpientes, peces un poco especiales, variedades de moluscos, de plantas no del todo idénticas, tipos particulares de frutas y verduras; había hecho desvanecerse en la noche de los tiempos a cohortes de geógrafos, misioneros, entomólogos, Padres de la Iglesia, literatos, generales, Dioses & Demonios.

¿Quién iba a saber en lo sucesivo qué había sido el vigígrafo, «especie de telégrafo de vigías que se comunican unos con otros»? ¿Quién podría imaginar que había existido, quizá durante generaciones, «una maza de madera colocada en la extremidad de un palo para machacar los berros en las fosas inundadas» y que aquella maza se llamaba schuéle (chu–èle)? ¿Quién se acordaría del velocímano?

VELOCÍMANO (s.m.)
(del lat. velox, ocis, veloz, y manus, mano). Aparato de locomoción, especial para niños, en forma de caballo, montado sobre tres o cuatro ruedas; se llama también caballo mecánico.

¿Dónde estaban (…) aquellas palatines, pieles que llevaban las mujeres al cuello en invierno, llamadas así por la princesa Palatina, que introdujo su uso en Francia durante la minoría de Luis XIV (…)?

¿Qué había sido de (…)? ¿Y de Albert de Routisie (Basilea, 1834-Mar Blanco, 1867)? Poeta y novelista francés. Gran admirador de Lomonossov, decidió ir en peregrinación a Arkhangelsk, su ciudad natal, pero el buque naufragó cuando iba a llegar a puerto. Después de su muerte, su hija única, Irène, publicó su novela incompleta, Los cien días, una selección de poemas, Los ojos de Melusina, y, con el título de Lecciones, una admirable colección de aforismos que sigue siendo su obra más acabada.

¿Quién sabría en lo sucesivo que François Albergati Capacelli era un dramaturgo italiano nacido en Bolonia en 1728 y que la puerta de bronce del obitorio de Carennac se debía al fundidor Rondeau (1493-1543)?  

Cinoc empezó a vagar por las orillas del Sena, revolviendo los puestos de libros, hojeando novelas a diez céntimos, ensayos pasados de moda, guías de viaje caducadas, viejos tratados de fisiología, mecánica o moral, atlas anticuados en los que aún aparecía Italia como un mosaico de pequeños reinos. Más tarde acudió a la biblioteca municipal del distrito XVII, en la calle Jacques Binjen, donde se hacía bajar del desván infolios polvorientos, manuales Roret, libros de la Biblioteca de las Maravillas y viejos diccionarios (…).

Por último, cuando hubo agotado los recursos de la biblioteca del barrio, se atrevió a inscribirse en la Biblioteca Sainte-Geneviève y comenzó a leer a aquellos autores cuyos nombres veía grabados en la fachada, al entrar (…).

Leía lentamente, apuntaba las palabras raras y poco a poco tomó cuerpo su proyecto y decidió redactar un gran diccionario de voces olvidadas, no para perpetuar el recuerdo de los Akkas, pueblo enano negro del África central, o de Jean Gigoux, pintor de cuadros históricos, o Henri Romagnesi, compositor de romanzas, 1781-1851, ni para eternizar el escolecóbroto, coleóptero tetrámero de la familia de los longicornios, tribu de los cerambicinios, sino para salvar palabras sencillas que a él le seguían hablando.

En diez años reunió más de ocho mil, a través de las cuales quedó descrita una historia hoy apenas transmisible:

RONDELIN (s. m. raíz rond) Voz burlesca usada por Chapelle para designar un hombre muy gordo: Para ver al buen rondelin no es menester catalejo.

CADETTE (s. f.) Piedra labrada usada para el adoquinado.

BEAUCEANT (s. m.) Estandarte de los Templarios.

LOUISETTE (s. f.) Nombre dado por algún tiempo a la guillotina, cuyo invento se atribuía al Doctor Louis. «Louisette era el nombre amistoso que daba Marat a la guillotina» (Victor Hugo).

RUISSON (s. m.) Canal para vaciar las salinas.

TIERÇON (s. m.) Cost. ant. Medida de líquidos que equivalía a la tercera parte de la medida entera. El tierçon tiene una capacidad de: en París 89,41 litros, en Burdeos 150,80 litros, en Champaña 53,27 litros, en Londres 158,08 litros y en Varsovia 151,71 litros.

GIBRALTAR (s. m.) Dulce de pastelería.

HACHARD (s. m.) Cizalla para cortar hierro.

FEURRE (s. m.) Paja de cualquier clase de trigo. Paja larga para reparar sillas.

VIGNON (s. m.) Retama espinosa, aulaga.

ROQUELAURE (s. f.) (Del nombre de su inventor, el duque de Roquelaure.) Especie de gabán abrochado por delante de arriba abajo con botones.

LOUPIAT (s. m.) Pop. Borracho. «Buena la había hecho, con su loupiat de marido.» (E. Zola.)(…)

🧩Leer aquí versión original en francés / traducción al español.

Campaña de salvataje. "Salvemos 20 palabras del olvido"


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